martes, 20 de marzo de 2018

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Sirven, pues, a Cristo los que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo.

 Debemos indagar qué se entiende por servir a Cristo, a cuyo servicio se promete tan gran recompensa. Si por servir a Cristo entendemos preparar lo necesario para el cuerpo, o cocer y servir los alimentos que ha de comer, o darle la copa y escanciar la bebida, estas cosas las pudieron hacer quienes gozaron de su presencia corporal, como Marta y María, cuando Lázaro era uno de los comensales. Pero de este modo también el perverso Judas sirvió a Cristo, pues él era quien llevaba la bolsa, y, aunque hurtase culpablemente de las cosas que en ella se metían, por su medio se preparaba lo necesario (Jn 12, 2.6)… Por lo tanto, en modo alguno diría el Señor de tales servidores: Donde estoy yo, allí estará también mi servidor y Si alguno me sirve, mi Padre le honrará, pues vemos que Judas, servidor de tales cosas, más que honrado fue reprobado.

Debemos buscar en este mismo texto qué significa servir a Jesús, sin tener que recurrir a otros. Cuando dijo: Si alguno me sirve, sígame, indicó lo que quería decir: Si alguno no me sigue, ése no me sirve. Sirven, pues, a Cristo los que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo (Flp 2,21). Sígame, es decir, vaya por mis caminos y no por los suyos, según lo escrito en otro texto: Quien dice que permanece en Cristo debe caminar como Él caminó (1 Jn 2,6). Si da pan al pobre, debe hacerlo por caridad, no por jactancia; no buscar en ello más que la buena obra, de modo que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha (Mt 6,3); esto es, que se aleje la codicia de la obra de caridad. El que sirve así, sirve a Cristo y se le dirá con justicia: Lo que hiciste a uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste (Mt 25,40). Y no sólo quien hace obras de misericordia corporales, sino todo el que ejecuta cualquier obra buena por amor a Cristo.
Io. ev. tr. 51, 12

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